memorial de guatemala
El virus del Estado ausente
Por Andrés Cabanas - Guatemala, 25 de
marzo de 2020
Los momentos de lucidez
en que acaricio la historia me dan paz.
Raysa Morales.
No vivimos momentos de lucidez. La historia no se acerca
cauta ni próxima. Por el contrario, nos atropella el tiempo
de la enfermedad invisible-posible, de no saber y no
entender, aunque mucho de lo que empezamos a sentir tiene
que ver con la irresponsabilidad y el descuido con el que
tratamos a nuestros semejantes y a todos los seres vivos.
Entran en nuestras vidas -sin permiso y como elefante en
cacharrería- conceptos y rutinas que nos protegen y nos
lastiman al mismo tiempo. Buscamos aislamiento y distancia
en el país que nos aísla por ley y principio, desde siempre
y en todo momento: por el apellido, el lugar de nacimiento,
la herencia, el idioma, la indumentaria. Necesitamos
seguridad, pero la seguridad en Guatemala siempre ha estado
vinculada al dominio del ejército y al terror del enemigo
interno. De repente lo nuevo es no tan nuevo: el toque
de queda, el ejército en las calles, el lenguaje de guerra.
Mi sensación es que empezamos a vivir tanto en un tiempo
radicalmente diferente (seguramente lo sentiremos más en el
medio plazo que ahora mismo) como en un bucle de
la historia: no salir de casa, el miedo o la prevención ante
el otro. Se reducen derechos en nombre de nuestra salud y
perdemos salud como consecuencia: movilidad, sociabilidad,
recreación, afecto.
Más exclusión en tiempos de crisis
No nos da paz, nos perturba que las propuestas para
enfrentar la crisis no signifiquen lo mismo para unos que
para otros, que amplifiquen las diferencias, contribuyan a
la marginalización y la vulnerabilidad. Un mensaje tan
sencillo como Lavarse las manos frecuentemente es
para muchas familias consejo, ilusión o burla. ¿Acaso nos
olvidamos de que el 41% de hogares carece de acceso a
agua por medio de tubería dentro de la vivienda, o que el 2%
de hogares accede a agua exclusivamente cuando llueve?
(Censo 2018).
¿Cómo sufren el Quédate en casa aquellas familias
que viven en hacinamiento? En el 29% de los
hogares las personas cocinan en el mismo lugar donde
duermen; el 44% de los hogares cuenta con un solo
dormitorio; 28% de los hogares apenas dispone de un cuarto
para todas sus actividades (Censo 2018).
Palabras (y acciones políticas) como cuarentena,
confinamiento, aislamiento, carecen de sentido para quienes
encuentran en la calle la única posibilidad de sobrevivir.
La expansión de la pandemia es amenaza real, con posibles
consecuencias desastrosas sobre la salud de la población en
vulnerabilidad, por ejemplo, la niñez desnutrida (46.5% de
la población). El problema es que percibimos una
distancia enorme entre esta amenaza, las medidas necesarias
y las acciones/capacidad del gobierno y las instituciones.
Salvo la cuarentena y la restricción parcial de movilidad
(que no tiene en cuenta la necesidad de salir de los
trabajadores forzados por los empresarios y el trabajo
informal), el gobierno concentra su acción en pocas,
limitadas y focalizadas acciones: la habilitación del Parque
de la Industria para atención de personas enfermas, el
hospital de Villa Nueva como centro de cuarentena, la
apertura de otro hospital de emergencia en Quetzaltenango, y
se me acaban los ejemplos. El anuncio de la habilitación de
300 millones de quetzales para ayuda directa a familias
(menos 5% de la ampliación presupuestaria de siete mil
millones anunciada por el Ejecutivo), u otro anuncio
reciente (un mil millones en créditos para empresas, tanto
pequeñas como grandototas) son más que insuficientes y menos
que paliativos.
En otros países, donde de todas formas estoy seguro de que
no son como aquí tiempos de lucidez, plantean o ya han
puesto en marcha medidas como:
Moratoria de pago de alquileres, luz, agua y telefonía.
Bonos o rentas solidarias durante el tiempo que dure la
crisis, para personas afectadas o para toda la población en
situación de vulnerabilidad.
Renta básica universal.
Apoyo a pequeñas empresas y economía informal. Apoyo a la
producción y comercialización de pequeños campesinos, para
que sigan garantizando la alimentación.
Fortalecimiento del sistema de salud, en cobertura, persona,
insumos, etc. a partir de transferencias de ministerios de
accionar irrelevante y/o oneroso.
La distancia física es necesaria y responsabilidad de todas
y todos garantizarla. Al tiempo, es nuestra obligación
denunciar y manifestar nuestro rechazo cuando
observamos que los mismos de siempre, con las mismas
prácticas y discursos idénticos y vacíos, continúan haciendo
nada, en términos de la población más necesitada y
demandante.
Fuente: pensamientosguatemala.org -
www.memorialguatemala.blogspot.com
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