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Sobre Estados, pandemias y el fin del
Capitalismo (I): Biopolítica imperial
Por Camilo Salvadó* - Guatemala, 30 de
abril de 2020
De Imperios, virus y fantasmas
Hace tan solo unos meses, incluso semanas, resultaba
inconcebible que “algo” tan pequeño y al parecer tan
insignificante como un virus, pudiese generar una profunda
crisis, así como bruscos e igualmente profundos cambios en
la economía mundial capitalista. Pero así fue. Todo cambió,
pero, como veremos luego, nada ha cambiado en realidad.
A excepción de los habitantes de la provincia de Wuhan, en
China, hace pocos meses los pobladores de todo el mundo nos
creíamos a salvo del llamado “Coronavirus” (SARS 2 o
COVID-19). Lo veíamos como un problema muy lejano, algo que
empezó y terminaría en China. Pero no fue así. El virus se
extendió por todo el mundo, al grado que hoy es llamado
“pandemia”.
A estas alturas puede resultar un aburrido lugar común
–utilizado ya por varios autores de forma facilona– empezar
un texto con las palabras “Un fantasma recorre Europa...” o
incluso “Un fantasma recorre el Mundo...”. Sin embargo, así
es. Junto a la realidad concreta y biológica del
Coronavirus, está otra realidad, un “fantasma biopolítico”,
si así se quiere.
Elegimos hablar de un “fantasma biopolítico” en este
sentido: no es real, no tiene una realidad concreta y
biológica como el Coronavirus mismo. Por el contrario, este
“fantasma biopolítico” está conformado de vagos temores al
“enemigo interno”, de un nebuloso racismo reciclado para el
siglo XXI y de una pizca de anticomunismo –o en otros casos,
de sentimiento “anti yanqui”– de mediados del siglo XX.
Ese “fantasma biopolítico” se mueve en el terreno de las
“teorías” –a falta de un mejor nombre– que intentan explicar
la pandemia, sin lograrlo, como resultado de acciones
humanas intencionales. No es este el espacio ni el momento
para revisarlas y descartarlas una por una, pero mencionemos
de pasada la sopa de murciélago, los castigos divinos, un
ataque biológico de parte de un grupo ecoterrorista, del
gobierno Chino o bien del gobierno de EEUU.
El nebuloso cuerpo de este “fantasma biopolítico” está
conformado por un bizarro desfile de delirantes teorías de
la conspiración, dentro de las cuales francamente lo único
que hizo falta fue acusar del Coronavirus a los
extraterrestres, o bien a un ataque biológico realizado en
coordinación por la alianza maligna entre fabricantes de
papel higiénico y fabricantes de mascarillas.
Sin embargo, este “fantasma biopolítico” también llega a
tener una dimensión y existencia concreta, como podemos ver
en las acciones de muchos gobiernos en todo el mundo,
incluyendo el gobierno de Guatemala, que si bien han tomado
acciones que son correctas desde el punto de vista
sanitario, también tienen un plano militar o
contrainsurgente, que se evidencia en el vocabulario de
“guerra contra el Coronavirus” y otras expresiones
similares, además de toques de queda y otras medidas como el
cierre de fronteras (para las personas, por supuesto, pero
jamás para las mercancías).
Sobre el fin del Capitalismo
Varios analistas de renombre mundial han
analizado recientemente el Coronavirus desde distintas
perspectivas, muchas de ellas opuestas. Algunas de las más
radicales fueron descartadas tal vez demasiado pronto. Así,
mencionemos por ejemplo a Slavoj Zizek, para quien el
Coronavirus es ni más ni menos que un golpe mortal al
corazón mismo del capitalismo.
Aunque compartimos que sin duda alguna el Coronavirus fue un
golpe muy duro para la economía mundial capitalista, no
creemos que sea un golpe mortal. Sin embargo, creemos que es
demasiado pronto para descartar la opinión de Zizek sin más.
Después de todo, dicho autor en ningún momento aseguró que
el fin del capitalismo estaba a la vuelta de la esquina, ni
que iba a suceder en semanas o meses. Solo el tiempo dirá si
Zizek estaba equivocado (en ese caso el Coronavirus será
derrotado) o estaba acertado. En tal caso, el virus podría
ser, por ejemplo, el primero de varios eventos
desencadenantes del colapso del capitalismo mundial.
Estamos más próximos a los postulados de Judith Butler o de
Naomi Klein, quienes afirman con toda razón que la crisis de
la pandemia del Coronavirus será más bien aprovechada por
las clases y grupos dominantes para reforzar y renovar el
sistema capitalista. Esto puede verse ya por igual en los
gobiernos abiertamente autoritarios como en aquellos más
preocupados por guardar las apariencias democráticas.
Esto ha podido comprobarse en todo el mundo (y también en
Guatemala), ya que independientemente de su origen real,
intencional o no, el Coronavirus ha sido aprovechado para
dar prebendas y ventajas a los más ricos, así como para
incrementar la explotación de los trabajadores y
trabajadoras, y para reforzar el control de la población en
general.
Entre muchos otros ejemplos, podemos mencionar el nefasto
papel del gobierno de USA, el cual en lugar de colaborar con
los esfuerzos mundiales contra el Coronavirus, refuerza las
sanciones económicas y las presiones políticas contra sus
enemigos de turno (China, Irán, Venezuela), sin descartar
opciones militares, o bien se dedica a financiar
soluciones como vacunas producidas exclusivamente para ese
país, y a prohibir la exportación de insumos médicos al
resto del mundo.
¿Qué decir del imparable envío de deportados (muchos de
ellos ya contagiados del Coronavirus) a sus países de
origen? Y su primera parada será, como ya es sabido,
Guatemala, el mal llamado “tercer país seguro”, que no
cuenta con la capacidad para brindar atención sanitaria
decente a sus pobladores, mucho menos a los deportados de
otros países.
Desde otra perspectiva, se puede decir que el Coronavirus es
algo así como el “sueño húmedo” de todo gobernante:
trabajadores obedientes que acuden dócilmente a las fábricas
o a las fincas a ser explotados sin chistar, para luego
correr a encerrarse a sus casas, sin tener tiempo ni ánimos
para salir a protestar. Es por ello que afirmamos antes que
con el Coronavirus todo cambió, pero nada ha cambiado en
realidad.
Sobre el origen real de la pandemia, la siempre interesante
Vandana Shiva nos ilustra en el sentido de que sí tienen que
ver algo los murciélagos (pero no en la forma del mito
racista de los chinos y su sopa de murciélago). En tema pasa
en realidad por la deforestación y devastación ambiental
causada por el modelo agroindustrial y extractivo, que
despoja a muchas especies vivientes de sus territorios para
dedicarlos a la producción capitalista. Esto hace que los
seres humanos entren en contacto con otras especies animales
(monos, murciélagos y otros), portadores de virus para los
cuales no tienen defensas.
Otra forma de decir lo mismo, es la afirmación de David
Harvey, quien indicó, en broma –aunque no deja de tener un
sentido muy serio– que “el COVID-19 constituye una venganza
de la naturaleza por más de cuarenta años de grosero y
abusivo maltrato a manos de un violento y desregulado
extractivismo neoliberal”. O incluso la pregunta de Gabriel
Markus “¿Es el coronavirus una respuesta inmune del planeta
a la insolencia del ser humano, que destruye infinitos seres
vivos por codicia?
* Camilo Salvado:
Investigador independiente
www.albedrio.org
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