De la muerte a la vida
Por Kajkoj Maximo Ba Tiul - Guatemala, 8 de abril de
2020
ajpop2004@yahoo.es
El ser humano siempre se ha hecho estas preguntas. ¿Quién
soy?. ¿Cómo soy?. ¿Hacia dónde voy?. Las reflexiones sobre
la vida y la muerte, han sido fundamentales para el ser
humano. Sobre la vida o sobre su origen, existen
respuestas científicas; pero sobre la muerte, muchas
respuestas religiosas, que al enfrentarse a ella, solo le
ha traído complicaciones. Como dice Morín: “La muerte
introduce la ruptura más radical y definitiva entre el
hombre y el animal […] la magia, la brujería, el
espiritismo, los chamanes, las creencias en la otra vida,
en la resurrección, en la inmortalidad, nacen del intento
humano de resolver el problema de la muerte”. Todas las
culturas, le han querido dar respuesta, pero todos se
topan con la idea de no saber exactamente donde nos vamos
después de la muerte. Es el tiempo límite, según los
existencialistas.
Ante la pandemia, sin importar la condición de clase, de
etnia, de género, etc., el miedo está merodeando todas
nuestras actividades. Es el miedo a la muerte. Es el miedo
que da la incertidumbre sobre lo que pasará mañana. Claro,
porque no hay nada seguro, nada es confiable, ni sabemos
si la cuarentena mitigará en algo la situación, porque lo
que podemos asegurar es que esta pandemia le quedó como
anillo al dedo a los grupos de poder, que en países como
los nuestros siguen haciendo de las suyas. Buscando la
forma de obtener la mejor ganancia de esto.
Este miedo, que puede reproducirse y desarrollarse después
de la cuarenta, al no tomar en cuenta lo que está
sucediendo afuera de nuestras casas o nuestros pueblos. Al
no comprender que lo que hacen los políticos y ricos, es
obtener la máxima plusvalía de esto. El miedo puede darle
paso a otro modelo de autoritarismo, dirigido por
militares, policías nacionales, policías de tránsito. Un
modelo autoritario que estará dirigido por políticos
corruptos, como los que han estado aprobando decretos para
endeudar más al país. El miedo y encerrados nos puede
llevar a pensar que allá afuera los políticos y los ricos
están haciendo todo para el bien de nosotros.
El miedo por la pandemia, puede llevarnos a depositar
nuestra confianza en burgueses y oligarcas, que no tienen
ningún escrúpulo para convencernos que lo que hay que
hacer es dirigir todo el esfuerzo para que lo económico no
caiga y al contagio darle un tratamiento casi periférico,
sin mayor impulso. Porque tenemos miedo, los políticos
corruptos, nos convencen que debemos de endeudarnos más,
siguiendo el libreto del Chacal del Norte; “Trump” y del
grupo de Lima, bajo los cánones del neoliberalismo,
diseñados por Friedman y los Chicago Boys, a mediados del
siglo pasado.
Para salir del miedo a la muerte y no nos atemorice,
debemos pensarla como la vida profunda, la vida
permanente. La cuarentena, debe llevarnos a pensar en la
vida plena. Esa vida que se manifiesta en la justicia
social. Una vida que dará su brillo y su resplandor
en el hombre y en la mujer nueva que saldrá después de
esta crisis.
Es el hombre y la mujer nueva que viene con propuestas
revolucionarias, para dejar de ser un pueblo sumiso y
obediente y construirse como beligerante y rebelde.
Si de esta crisis, no salimos con esa propuesta
revolucionaria profunda, para enfrentar lo que quedará del
capitalismo y destruirlo totalmente, entonces la
cuarentena y el aislamiento social, no sirvió más que para
huirle a la muerte y no vivir la vida. Porque la vida, se
vive haciendo cambios desde lo individual a lo colectivo.
Hoy nos quieren mover como monigotes o títeres que nos
mueven por todos lados. No nos dicen la verdad sobre la
situación. No hay datos claros ni confiables. Lo que si
podemos medir, es el proceso de militarización de nuestras
sociedades. Vemos más policías y militares, que doctores y
enfermeras. Vemos más balas y pólvora, que medicinas,
guantes, mascarillas, respiradores. Vemos más engaños y
regaños, que comida en las casas de la gente. En la calles
vemos más prepotencia de los políticos y poco humanismo
para tratar la situación.
Como si la felicidad y la salud es estar lleno de plata.
Los ricos y los corruptos hacen de las suyas, haciendo de
nosotros una sociedad infeliz y temerosa. Los ricos y los
corruptos, están más preocupados por sus intereses que por
el bien común. Como dice Bauman, “nuestra sociedad es más
voluble, flexible e indiferente”. La solidaridad que
decimos sentir, es un solidaridad egoísta. No sabemos y ni
queremos saber que le pasa al vecino, si vive o ya murió.
Es una solidaridad para que yo esté bien y no el Otro. Es
una solidaridad para el diario no para la permanencia. Una
solidaridad para la acumulación.
Este encierro, nos debe llevar a pensar que nuestro
compromiso es con todos, sobre todo con los más pobres y
humildes. Es un tiempo para pensar en una nueva forma de
lealtad, una nueva ética política y una nueva ética
humana. Pensar en las nuevas relaciones humanas que
destruyan el sistema que nos ha llevado hasta aquí. Debe
ser relaciones humanas llenas de co-laborar y co-munizar.
Así el encierro, no es encierro como tal, son espacios de
reflexión sobre lo que fuimos, lo que queremos ser y lo
que debemos hacer.
Los muertos de hoy, son como los muertos de ayer. Son los
muertos del sistema. Son los muertos de la ambición, de la
corrupción y de la avaricia. Los muertos de la pandemia,
son los muertos de malos políticos que junto a los
burgueses y oligarcas nos quitaron el derecho de soñar y
hablar de la vida. Por eso, no es la pandemia la que mata,
es el sistema corrupto y putrefacto. Sobre eso, hay que
pensar desde nuestros lugares donde estamos pasando esta
cuarentena.
Nuestra solidaridad con el pueblo de Patzum y con todos
los pueblos de Nuestra América, que hoy como todos, están
sufriendo los embates de una enfermedad provocada por la
ambición desmedida del capitalismo, al dejarnos indefensos
y sin armas para enfrentarla.
Por último nuestra solidaridad con la Comunidad de
Washington, que fue desalojada ilegalmente por Byron
Thomae.
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