Caída del imperio yanki
Por Marcelo Colussi - Guatemala, 10 de
abril de 2020
mmcolussi@gmail.com
Silvia: Empezó la caída del imperio yanki, ¿verdad?
Marta: Sí, definitivamente. Ya hace tiempo comenzó.
Silvia: Como todos los imperios: crecen, se agigantan,
alcanzan su punto máximo, y luego caen.
Marta: Pero este imperio se resiste a caer.
Silvia: ¡Por supuesto! ¿A quién le gusta perder? ¿A quién
le va gustar que lo quiten del sitial de honor?
Marta: Sí, claro. Lo que es evidente, es que ya no sabe
qué hacer para mantener su poderío. Como fiera acorralada,
puede apelar a cualquier cosa para sobrevivir.
Silvia: Eso es lo peligroso: siente que se le va la
hegemonía de las manos, y está enloquecido.
Marta: Pero realmente, bueno…, como todos los imperios,
quizá éste más aún, por el grado de poderío técnico de que
dispuso: son unos hijos de tal por cual. Pueden permitirse
cualquier cosa para mantenerse.
Silvia: Como cualquiera que detenta el poder. Los “machos”
patriarcales, es decir, todos los varones del mundo,
¿acaso ceden su poderío masculino alegremente ante la
reivindicación femenina? Los blancos eurocéntricos, ¿acaso
están dispuestos a pedir perdón por sus infames abusos
contra los no-blancos?
Marta: Sí, claro. Es así. Quien tiene poder, no lo suelta
nunca. Miremos Daniel Ortega, por ejemplo.
Silvia: Bueno…, ese es un ejemplo de tantos, de infinitos
ejemplos similares. Como se dijo por ahí: las relaciones
humanas son siempre relaciones de poder.
Marta: ¡Comparto! La solidaridad es posible…, a veces. Y
el amor…, bueno, existen los cuentagotas, ¿no?
Silvia: ¡Qué mordaz!
Marta: ¡Qué realista!
Silvia: Lo que me pregunto es qué seguirá tras la caída
del Tío Sam.
Marta: Uy…, ¡está difícil predecirlo! ¿El socialismo?
Mmmm, no se lo ve cercano. ¿China como gran potencia tal
vez?
Silvia: Pero, ¿China es socialista? Es un engendro raro…
Socialismo de mercado. ¡No sé! Difícil saberlo…
Marta: Tal vez Estados Unidos deje de ser la super
potencia hegemónica, lo cual no significa que pase a ser
necesariamente un país pobre, una república bananera del
Tercer Mundo.
Silvia: No, seguramente no va a ser así. Perderá
hegemonía, habrá más pobreza en lo interno, no sentirá que
maneja el mundo, que impone su cultura.
Marta: ¡¡Nos vamos a salvar de las mierdas de Hollywood!!
Silvia: Entre otras cosas… ¡Y de la comida chatarra de Mc
Donald’s y de la infame Coca-Cola!
Marta: ¡¡¡Al fin una buena noticia!!!
Silvia: Eso me lleva a pensar: ¿qué deja en la historia el
imperio yanki?
Marta: Balance muy triste, ¿no? Deja solo un mal recuerdo.
Silvia: Un recuerdo con olor nauseabundo.
Marta: Preguntaba una vez el presidente Bush hijo: “¿por
qué nos odian?” Hay que ser descarados para decir algo
así, ¿verdad?
Silvia: Totalmente. Una maquinaria de guerra arrogante, un
“toro bravo” que intentó llevarse el mundo por delante,
una vacía cultura que se autonombró el máximo exponente
del desarrollo humano, una visión machista y autoritaria
del mundo, mentirosa, absolutamente tonta y superficial
que quiso sentirse discurso global dominante… ¿Cómo no se
les va a odiar?
Marta: ¡¡Por supuesto!! Con la fuerza más grade del
corazón se les odia. Se les aborrece. Por eso muchos
brincaron de júbilo cuando cayeron las dos Torres Gemelas
en el año 2001.
Silvia: Pero lamentablemente los que murieron ahí fueron
humildes trabajadores: negros y latinos, que estaban
haciendo limpieza a las 6 de la mañana para que luego
llegaran los blanquitos… Pero sí: fue un hecho que, en
secreto, en todas partes del mundo la gente festejó
alborozada esa caída.
Marta: Era tocarle los huevos al toro.
Silvia: Exacto. Lamentablemente después supimos que esa
una maniobra artera, una más de tantas que ha hecho la
clase dirigente yanki para mantener su hegemonía. Con eso
inventaron lo de guerras preventivas.
Marta: Y pudieron invadir Irak y Libia alegremente.
Silvia: E impunemente se robaron todo su petróleo, matando
a miles de miles de inocentes.
Marta: Como siempre, los que pagan el pato son los de
abajo, los pobres.
Silvia: Cuando nos alegramos de la caída de este infame
imperio, no nos alegramos de la caída del pobre trabajador
yanki, ese o esa pobre manipulada por sus medios de
desinformación.
Marta: Digamos Homero y Marge Simpson: una típica pareja
de ciudadanos yankis término medio.
Silvia: Exacto. Esa gente no es la responsable de la
arrogancia imperial de Estados Unidos. En todo caso, sin
saberlo, esa trabajadora o trabajador se aprovecha del
puesto que ocupa su país en el mundo, pero ellos no son
los responsables de tanto latrocinio, de tanto descaro.
Marta: En definitiva, como toda la gente pobre del mundo:
¡pobrecitos! Siempre explotados, manipulados, engañados.
Silvia: Por eso decía: ¿qué deja tras de sí este imperio?
Muerte y manipulación. Mentira tras mentira. Nada más.
Marta: Es que el capitalismo es una máquina de hacer
dinero, solo eso. No le importa más nada. No le importa el
ser humano, ni la naturaleza. Y el capitalismo en su grado
máximo, Estados Unidos, es una parodia. No es sutil, no
filosofa, no tiene arte. Tiene arsenales de armas, y nada
más.
Silvia: Muy cierto. ¿Qué reflexión filosófica profunda
dieron los Estados Unidos de América? Ninguna. ¿Qué obras
de arte importante? ¿El Perro Pluto o el Ratón Mickey? ¿El
Hombre Araña quizá?
Marta: Miremos su arte… Andy Warhol, por ejemplo.
Silvia: El anti-arte. Una recolección de latas vacías y
fotos de estrellas hollywoodenses. ¡Por favor! ¿Qué
sutileza nos deja este tonto imperio, además de armas y
más armas, muerte y más muerte, y de enseñarnos a mascar
chicle? Nada.
Marta: Absolutamente de acuerdo. Allí, en ese paraíso de
las maquinitas y del consumo, todo, todo, absolutamente
todo se mide en clave de “éxito” -si una tiene muchas
cosas materiales- o de “fracaso” -si no las tiene-. Es una
sociedad troglodita, torpe, tremendamente primitiva.
Silvia: Así es, mi amiga. Una sociedad basada en la
violencia, en la frívola acumulación de mercaderías, en
mostrar que una tiene muchas cosas de moda…, pero falta la
sutileza, el arte, la filosofía, la reflexión. El ser
humano es un número más, aunque le hagan creer que es
libre.
Marta: Por eso su ícono dominante puede ser Mc Donald’s o
la Coca-Cola: banalidades plásticas inservibles, realmente
dañinas, que lo único que hacen es generar dinero a sus
dueños.
Silvia: O Hollywood. Es decir: el paraíso de la estupidez,
de la chatura, de la falta de profundidad humanista.
Monstruosidad de recursos tecnológicos deslumbrantes, pero
solo para mostrarte que los rubiecitos de ojos azules son
los “mejores” del mundo, y los que no son así, es decir:
los que no tienen toda esa parafernalia de productos
industriales, no comen esa bosta de Mc Donald’s o no toman
ese veneno de la Coca-Cola, son unos fracasados.
Marta: Otros imperios de la historia, siempre despiadados
y sangrientos como todo imperio (¿como todo ejercicio de
poder?), al menos dejaron cosas más perdurables, más
profundas: la sabiduría china, la sabiduría hindú, la
tragedia griega, la matemática árabe, la astronomía maya,
el derecho romano…
Silvia: ¿Qué encontrarán los arqueólogos del futuro cuando
busquen entre las ruinas del imperio desaparecido de los
Homero Simpson y los Patos Donalds? Algún artículo de
plástico, un tweet de 150 caracteres -esa es su
filosofía-, un muñequito de Rambo. No más.
Marta: O esa falsa, repulsiva idea de la “libertad”, esa
tontera nacida de la Europa capitalista de la Revolución
Francesa, llevada a un grado superlativo por los yankis,
creyendo que efectivamente existe ese libre albedrío. De
ahí se desprende esa patraña moderna, de la burguesía
liberal, de los derechos humanos.
Silvia: Que no es sino una forma de zafar de la idea
revolucionaria del marxismo. O sea: derechos humanos sí,
revolución proletaria socialista no.
Marta: Y el imperio yanki se encargó de crear todo un mito
de esa patraña. Es la patria de la libertad, el paraíso de
la libre expresión, según declaran pomposos…, mientras
invaden inmisericordes cualquier punto pequeño del planeta
(con los grandes no se atreven), roban, esclavizan,
mienten, tiran bombas atómicas, preparan militares
torturadores para América Latina, y manipulan de una
manera monumental a su población.
Silvia: Increíble… Y el imperio se llena la boca hablando
de libertad. ¡Vergüenza debería darles! La única libertad
que tienen es esa estatua obsequiada por los franceses que
está a la entrada de New York. Patético el aporte del
capitalismo desarrollado a la humanidad: ¡realmente
patético!
Marta: Sabías que Estados Unidos nunca ganó una guerra,
¿verdad?
Silvia: Sí, claro: la Segunda Guerra Mundial la ganó la
Unión Soviética, que puso 20 millones de muertos liberando
a Europa del fascismo. Y de ahí nunca, nunca jamás ganó
una guerra: Corea, Vietnam, Afganistán, Siria…
Marta: A no ser que llamemos guerra a las invasiones,
innumerables, que hizo a pobres y desarmados países en
Latinoamérica.
Silvia: Mucho Rambo y mucho Superman… ¡pero se terminaron
cagando en los pantalones! ¡Nunca se atrevieron a invadir
Cuba!
Marta: Ni se van a atrever… Bueno, amiguita: ¿nos vamos a
Burger King entonces, o nos comemos una arepa?
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