Porque creer todo lo que nos dicen
que es temible nos hace manipulables
El miedo es una reacción sana que se produce ante un
peligro inminente. Es una emoción que nos invade como
parte de nuestro instinto de conservación, para lo cual la
mente y el cuerpo accionan segregando sustancias que
dinamizan capacidades cerebrales, músculos y sentidos. El
cuerpo entero entra en un estado de emergencia y estrés,
necesarios para reaccionar adecuadamente frente a un
terremoto, un accidente o cualquier peligro inesperado.
Pero cuando, por medio de estímulos controlados por otros,
este estado de alerta máxima es provocado de modo
artificial, vivimos innecesariamente desgastados por el
estrés imprescindible para afrontar peligros inminentes,
los cuales en este caso no existen. Es por ello que hay
personas que viven con miedo perenne a todo y a nada: a la
vida y a la muerte, al pasado, al presente y al futuro; y
es frecuente que no sepan identificar las causas de su
miedo y mucho menos cómo librarse de él. Es lo que le
ocurre por ejemplo a alguien cuya madre haya sido temerosa
y él o ella haya adquirido por imitación involuntaria esta
actitud, haya crecido como un niño asustado y ahora viva
como un adulto acosado por temores intensos a todo y a
nada.
Desde el surgimiento de la propaganda que apela al
inconsciente, pergeñada por Edward Bernays ―sobrino de
Sigmund Freud y artífice de la campaña de guerra
psicológica que la United Fruit Company desplegó en
Guatemala para derrocar a Arbenz mediante la agitación
radial, los panfletos, los rumores y unas cuantas bombas
lanzadas desde aviones estadounidenses―, el miedo puede
ser provocado artificialmente mediante “sugerencias” e
informaciones falsas repetidas miles de veces en los
medios de comunicación. Es lo que ocurre con las noticias
y los datos distorsionados sobre falsos peligros
inminentes, diseñados para lucrar y matar economías, como
parte de las guerras de quinta generación entre las
grandes potencias.
Una humanidad que vive con miedo es manipulable. Sobre
todo, si ya aprendió a obedecer a la publicidad que afecta
al inconsciente y ha caído en el consumo de “nuevas
políticas”, de comida chatarra, de medicamentos que al
curar matan, de tratamientos que agravan las enfermedades
“incurables”, y que ha sucumbido a la práctica de éticas
basadas en el temor, como la de la tolerancia absoluta, la
de la corrección política y la de las religiosidades
fundamentalistas. El miedo a la muerte anima la
charlatanería religiosa y las falsas espiritualidades Y
ellas sólo aumentan el miedo. Pues éste únicamente se
neutraliza mediante el conocimiento crítico y causal de lo
que nos atemoriza.
Por eso, ante una falsa amenaza, no caiga presa del
pánico. Busque información confiable, entérese con calma
de la verdad y no se deje manipular. Ya verá que el miedo
huye asustado de su lucidez.